Tropas prusianas de Federico el Grande
Estoy leyendo con bastante interés el libro de Jesús Hernández ¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la Historia Militar, que da nombre a su blog. Este periodista e historiador es uno de los mejores escritores españoles en el sector de la Historia Militar. En su curriculum tiene varios libros sobre la Segunda Guerra Mundial y también se ha acercado a la Gran Guerra del 14 y la Guerra de Secesión Estadounidense.
El caso es que el libro que tengo entre mis manos es una compilación de anécdotas militares divididas por épocas históricas explicadas de forma muy sucinta; es altamente recomendable. Una de ellas me llamó poderosamente la atención porque muestra las razones de que España estaba dejando de ser una potencia militar de primer nivel en aquella época, más o menos la mitad del siglo XVIII.
La anécdota es un pie de página, pero es ilustrativa:
Los éxitos fulgurantes del Ejército prusiano despertaron la atención de toda Europa. A Prusia llegaron representantes de la mayoría de reinos europeos, interesados por descubrir las claves que habían hecho de ese pequeño ejército una fuerza tan temible.
España envió a Juan Martín Álvarez de Sotomayor, con la misión de recoger todos esos datos para que pudieran ser luego aplicados al Ejército español. Cuando Álvarez se presentó ante Federico, el monarca prusiano evidenció su sorpresa porque fuera precisamente España quien se interesase por sus revolucionarios métodos militares.
El rey reconoció que buena parte de las innovaciones aplicadas en su ejército provenían de un tratado español llamado Reflexiones militares, [del marqués] de Santa Cruz de Marcenado. Los once tomos en que constaba la obra los tenía en un lugar bien visible de su despacho. El representante del monarca español, ruborizado, tuvo que admitir que no conocía la obra, ante la sorpresa de Federico.Aquel marqués era Alvaro Navia Osorio y Vigil -entre otras cosas fue el fundador del Regimiento Asturias que aún existe-, que murió en 1732 cuando Federico tenía 20 años. Los españoles, muy dados al cainismo, obviaron ese tratado que tantos éxitos había dado al pequeñísimo pero disciplinadísimo Ejército de Prusia. Quizás tuvo que ver el cambio que los Borbones provocaron en las tropas españolas, que pasaron de organizarse en Tercios a Regimientos. Una de mis teorías es que cuando una serie de ideas extranjeras se imponen a las propias de un país -como ocurrió en la España que pasó de los Austrias a los Borbones, aunque éstos trajeran modernidad-, éste se bloquea y tarda mucho en asumir lo nuevo. Por tanto hubieron de pasar muchos años para que los españoles volvieran a tener una eficiencia más o menos decente. Y duró poco, porque después de la Guerra de Independencia, la ruina fue tan total que se tardaron doscientos años más hasta volver a ponernos en la zona de vanguardia como en la actualidad.
La anécdota que nos cuenta Jesús en su libro termina (como dice la Wikipedia) en que el rey prusiano, al ver azorado al embajador español y para que no se volviera con las manos vacías, cedió una marcha de granaderos al rey de España. Al parecer esa composición sería nuestro actual himno nacional. Cosas que tiene la vida.