miércoles, 29 de mayo de 2013

La colaboración de Josep María Osma Bosch - Los prisioneros franceses de la isla de La Cabrera

Tercera entrada del colaborador Josep María Osma Bosch, un poco tarde según lo acostumbrado porque no he podido por razones de salud mirar por el blog. Tiene su gracia que nuestro colaborador más potente elija este tema, porque en mi convalecencia estuve hablando con un amigo mío sobre este tema y precisamente el sábado, Día de las Fuerzas Armadas, iba a mencionar la batalla de Bailén, de la cual son prisioneros estos pobres franceses que sufrieron lo indecible (quedando sólo la tercera parte ya que los demás murieron de hambre y locura, llegaron a comerse los cinturones para conseguir la poca proteína que conserva el cuero). Más que ilustrativa esta entrada, sin duda; aprenderéis mucho.


Los prisioneros franceses 
de la isla de Cabrera

El archipiélago de Cabrera, declarado Parque Marítimo-Terrestre el 29 de abril de 1991, Ley 14/ 91 (B.O.E., nº 103, 30 de abril de 1991), se halla situado al sur de Mallorca separado por un estrecho de diez kikómetros del Cap de Ses Salines y a 12 de la colonia de Sant Jordi. Es una prolongación de la sierra de Levante emergente del mar, y está compuesto por un grupo de 18 islas e islotes, los cuales fueron visitados por civilizaciones de la antigüedad como es el caso de Sa Conillera, islote que según un texto erróneo transcrito por el escritor, científico, militar y naturalista romano Gayo Plinio Cecilio Segundo, -conocido como Plinio el Viejo-, fue el lugar de nacimiento del gran caudillo cartaginés Aníbal Barca. Otras islas e islotes son Na Foradada, de Ses Bledes, Na Redona, de Ses Rates, Es Estels, S´Imperial, d´es Fonoll, Na Pobre, Na Plana… y la mayor de todo el conjunto y que da el nombre al archipiélago: Cabrera. Todo el archipiélago de forma administrativa pertenece al término municipal de Palma de Mallorca, al distrito de Santa Catalina, y eclesiásticamente a la parroquia de Santa Creu.

La isla de Cabrera tiene una longitud de siete kilómetros y tiene cinco de ancha. Ocupa la mayor parte terrestre de todo el archipiélago, siendo la elevación más alta la de Na Picamosques de de 172 metros sobre el nivel del mar. Posee una rica fauna aérea, terrestre, marina y vegetación con especies endémicas como: el halcón Eleonor (Falco eleonorae), halcón peregrino (Falco peregrinus), águila pescadora (Pandion hailaetus), gaviota patiamarilla (Larus michahelis), pardela cenicienta (Calonectris diomedea), cormorán moñudo (Phalacrcorax aristotelis), pardela balear (Puffinus mauretanicus),jilguero (Carduelis carduelis), verderón común (Carduelis chloris)… conejo (Orytolagus cuniculus), rata negra (Rattus rattus), erizo moruno (Atelerix algirus), murciélago rabudo (Taradidateniotis), cabra (Capra aegagrus hircus), lagartija negra balear (Podarcis llifordis kuligas)… tortuga láud (Dermochelys coriácea), foca monje (Monachus monachus), delfín (Delphinidae), lubina (Dicentrarchus labrax), congrio (Congridae), dentón (Dentex dentex), langosta (Parinuris elephas), dorada (Sparus aurata)… astrálago (Astralagus balearicus), hipérico (Hypericum balearicum), boj (Buxus baleárica), pino carrasca (Pinus halepensis), sabinar (Juniperus phoenicea), cebolla albarrana (Urginea marítima)…

Su nombre se debe a la gran cantidad de cabras montesas que pudieron ver los talayóticos, fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos y piratas berberiscos que la pisaron. Su primer propietario, tras la conquista feudal a las Baleares del rey Jaime I de Aragón en 1229, fue Ferrari de San Martín, pavorde de Tarragona. En el siglo XV, debido a los frecuentes ataques de piratas berberiscos a la isla, se construyó el castillo con la misión de vigilar la entrada a la bahía.

A finales del siglo XIX, Cabrera perteneció a la familia Feliu explotándola agrícolamente con viñedos y cereales; en ella murió Jacinto Feliu Ferrà de la Mola heredándola su hijo, Sebastián Feliu i Fons. En 1916, el Estado la expropió por 362.148 pesetas de la época aludiendo las constantes visitas que realizaban barcos de las diferentes naciones que combatían en la Primera Guerra Mundial, para su vigilancia se instaló un pequeño destacamento militar. El archipiélago de Cabrera fue hasta hace poco campo de maniobras bélicas, de las cuales, en algunas ocasiones durante los años que estuve en el Ejército fui parte participante.

Muchas son las historias y leyendas que se cuentan de la isla, aunque a modo particular, son tres las que siempre me han llamado la atención y de las cuales he investigado y algún artículo he escrito de ellas. Una es la presencia pirata y corsaria que durante años navegaron y asentaron por su suel.; otra es la del piloto alemán Johannes Bockker que se estrelló cerca de la costa con su ME 109 tras ser abatido en 1944 por un caza británico; se recuperó su cadáver y lo enterraron en el pequeño cementerio de la isla a lado de un pescador mallorquín ahogado por las cercanías y se cuenta que el fantasma del aviador se aparecía por las noches en la guarnición militar; un día, una delegación alemana exhumo sus restos trasladándolos con honores al cementerio germano de Cuacos de Yuste (Cáceres), camposanto donde se hallan sepultados muchos de los alemanes caídos durante la Guerra Civil de España de 1936-39, aunque curiosamente, y de forma errónea, quien se dio entierro en ese cementerio cacereño fue el del pescador, y el espíritu de Bockker sigue deambulado por las noches de la isla.

Pero la historia más trágica de Cabrera es la que a continuación tendremos conocimiento.

Los prisioneros franceses de Bailén
El 19 de julio de ese mismo año, durante la Guerra de la Independencia, en Bailén, provincia de Jaén, el Ejército de Andalucía (30.000 hombres), cuyo mando lo ostentaba el capitán general Francisco Javier Castaños Aragori Urioste Olavide, derrotaba al segundo Cuerpo de la Gironda, unos 20.000 efectivos mandados por el general de división Pierre-Antoine Dupont de L´Etang; esa batalla, la primera perdida por los franceses en suelo hispano y el abandono de Madrid de José I -rey impuesto por Napoleón Bonaparte, su hermano-, dio un balance por parte derrotada de 2.200 muertos, 400 heridos y 18.400 prisioneros, por la española, 240 muertos y 740 heridos. Dos días después, en Andújar, localidad cercana al campo de batalla, se firmaron las capitulaciones de la rendición. En una de esas clausulas se exponía que esos miles de franceses capturados serían repatriados para intercambiarlos con prisioneros españoles, y mientras se realizaban los protocolos, serían trasladados a pie hasta Cádiz. Esa marcha pedestre fue un autentico calvario para ellos, sufriendo palizas, insultos en las poblaciones andaluzas que cruzaban, llegando a morir muchos de ellos a manos de aquellos, sin que la guarnición que la guarnición hispano-británica que los custodiaba hiciera nada para evitarlo.

La rendición de Dupont en Bailén al general Castaños (izquierda)

El 10 de agosto, ya estando en la ciudad gaditana, las autoridades, viendo que era imposible alojarlos en las cárceles locales y que no había suficientes barcos disponibles para su transporte, decidieron enviar a Francia a los oficiales de más alta graduación, los cuales, una vez en su país padecían la desaprobación de su emperador, Napoleón, por su cobarde rendición ante el enemigo siendo expulsados del Ejército Imperial, desposeídos de sus títulos nobiliarios, confiscados sus bienes, y algunos terminaron sus días en presidio, como al propio Dupont. El resto de los apresados, y oficiales menores, suboficiales, cabos y soldados quedaron en España, se les confinó en pontones, es decir, navíos fuera de servicio y desarbolados, en el puerto de Sanlúcar de Barrameda; situación que hizo que la gran multitud estuviera hacinada y pronto empezaron los fallecimientos por causa de falta de higiene, sanidad y mala y escasa alimentación. Está documentado que cada día se producían de 30 a 40 muertes.

Los prisioneros franceses desnudos y comiéndose cualquier cosa

Las negociaciones del intercambio quedaron paralizadas; fue entonces cuando el Consejo de Defensa Nacional y los aliados británicos optaron por enviar un grupo de cuatro mil a las Islas Canarias. Éstos fueron los que les tocó mejor suerte, ya que fueron bien acogidos y se integraron de lleno entre la población nativa. El 9 de abril los restantes prisioneros que todavía permanecían en los pontones fueron embarcados en una flota compuesta por enviar 14 navíos españoles y 3 británicos optaron, creyendo los cautivos que pronto estarían en sus hogares, aunque todo lo contrario. Veintiún días después, habiendo transcurrido una flota pésima travesía, la flota fondeaba en la bahía De Palma llevando a bordo 4.750 prisioneros entre los que había algunas mujeres (una de ellas había parido durante el viaje). La oficialidad fue recluida en el castillo de Bellver, fortaleza donde perduran los grafitis escritos piropos ellos; los suboficiales y tropa serían desembarcados en la isla de Cabrera, un islote yerno, con escasa agua potable y sin posibilidad de evasión, esa porción de tierra en medio del mar se convertía en el primer campo de concentración en la historia europea.

El castillo de Cabrera

Según lo acordado en la Junta Provincial de Mallorca, cada prisionero debería de recibir al día una libra de pan y un puñado de habas, pero paulatinamente el suministro fue menguando hasta darse por finalizado. El agua potable también dejó de llegar debido que un grupo de cautivos asaltase al buque-cisterna, hecho que hizo que el capitán del navío se negase a prestar más ese servicio. El hambre hacía estragos entre la población reclusa, muchos murieron por ingerir plantas y bultos no aptos para el consumo humano, como la citada anteriormente cebolla albarrana (Urigenea marítima); con el agua de mar cocían sus ropas bebiéndose el caldo resultante. Hubo casos de canibalismo que se castigaron con la muerte; también hubo casos que se volvieron locos arrojándose por los acantilados perdiendo la vida al golpearse con las rocas.

Fin de la guerra, vuelta a casa olvido y homenaje
En el año 1814, una vez finalizada la Guerra de la Independencia y haber regresado a España Fernando VII, los 3.600 prisioneros supervivientes de Cabrera fueron repatriados y recibidos sin honores en su país; se calcula que durante los cinco años que la isla tuvo la función de presidió su población reclusa fue entre seis mil y nueve mil personas.

En 1847, una escuadra de la Armada de Francia, al mando de Françoise Ferdinand Philippe Luis d'Orleans, príncipe de Joinville, erigió en la Serrano del Miga de la isla un monumento en memoria de sus compatriotas que allí vivieron en condiciones infrahumanas y muchos de ellos dejan sus vidas. El monumento es un obelisco realizado con piedra de Santanyní (Mallorca), de 7,23 metros de altura. Está rematado por una cruz de hierro, protegido por una verja del mismo metal, tiene en su base una cripta donde hay infinidad de restos óseos de los prisioneros, y en su parte frontal se lee la inscripción: "A la memoria des Françoise à Cabrera".

Josep Maria Osma Bosch


Nota: La verdad es que es tan interesantísima la historia de los pobres prisioneros franceses de La Cabrera que no puedo resistirme en añadir a este magnífico artículo de Josep María otras referencias para que sigáis investigando.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Berlín, 8 de mayo de 1945



Acta de Rendición Militar

1. Nosotros, los abajo firmantes, en nombre del Alto Mando Alemán, declaramos que por la presente ofrecemos la rendición sin condiciones al Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y simultáneamente al Alto Mando del Ejército Rojo, de todas las fuerzas de tierra, mar y aire que se encuentran en esta fecha bajo control alemán.

2. El Alto Mando alemán transmitirá inmediatamente a todas las unidades militares navales y aéreas y a todas las autoridades miliares bajo control alemán la orden de tomar parte en las operaciones activas a las 23:01 horas, hora de Europa Central el 8 de mayo, que permanezcan en las posiciones que ocupan en ese momento y que se desarmen completamente, librando sus armas y equipos a los comandantes aliados locales o designados por los presentantes del Comando Supremo Aliado. Ningún navío, barco o avión será hundido, ni se le hará daño a su estructura, máquinas o equipo, así como a la maquinara de todo tipo, armamento, aparatos y todos los medios técnicos que permitan seguir la guerra en general.

3. El Alto Mando Alemán transmitirá inmediatamente a los comandantes interesados la ejecución de todas las nuevas órdenes publicadas por el Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y por el Alto Mando supremo del Ejército Rojo.

4. Esta acta de rendición militar se extiende sin prejuicio al futuro y será sustituida por todas las actas de rendición impuestas por las Naciones Unidas o en nombre suyo y aplicadas para Alemania y las fuerzas armadas alemanes en su totalidad.

5. En el caso que el Alto Mando Alemán o de fuerzas bajo su control no actúen de acuerdo con esta acta de rendición, el Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y el Alto Mando Supremo del Ejército Rojo realizarán las acciones punitivas u otras que consideren apropiadas.

6. El documento presentado está redactado en inglés, en ruso y en alemán. Solo los textos en inglés y en ruso son los oficiales.

Firmado en Berlín, 8 de mayo de 1945.

Keitel
Von Friedeburg
Stumpff
En nombre del Alto Mando alemán.

A. W. Tedder
En nombre del Comandante supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas

Gueorgui Zhúkov
En nombre del Alto Mando Supremo del Ejército Rojo

En la firma estaban además presentes como testimonios

J. De Lattre de Tassigny
General, comandante del Primer Ejército Francés

Carl Spaatz
General, comandante de las Fuerzas Aéreas Estratégicas de los EE.UU.

Nota: esta carta ha sido sacada del fantástico blog 'Libros en Guerra'. En su propia entrada tendréis más información sobre aquel día de hace 68 años.