Hace casi diez días que quiero presentar esta entrada sobre los Balcanes. Todo debido a un amigo fotógrafo, Álvaro Ayarza, que se fue a Bosnia este año a realizar un reportaje fotográfico. Hablando con él me picó el gusanillo y recordé siempre que la zona de los Balcanes fue en el siglo XX la olla a presión con más peligro de toda Europa.
En un primer lugar, en la zona se produjeron las dos primeras guerras de consideración en el continente en los primeros años del siglo pasado (1912 y 1913), que terminó destruyendo los restos del Imperio Otomano, que quedó sólo con los territorios cercanos a Estambul. Un año después de terminar las Guerras Balcánicas, la olla a presión estalló y provocó la Primera Guerra Mundial, nada menos.
En la Segunda Guerra Mundial, los chetniks se despacharon bien a gusto con otras etnias, lo cual creó aún más deseo de venganzas que se larvaron con el concurso de Tito una de las grandes figuras del siglo XX. No hay que olvidar que creó el Movimiento de Países no Alineados y que pasó, con inusitado éxito, de Stalin y la Unión Soviética conservando la independencia de su país. El mariscal consiguió lo impensable, la mezcla de razas y religiones tratando a todos más o menos (y repito, más o menos) por igual independientemente de su etnia y su religión. Pero la cosa no podía durar siempre y cuando faltó el presidente de Yugoslavia... ésta se desintegró.
Además, no olvidemos que en la olla balcánica se concentran tres confesiones de dos religiones: de la cristiana la católica y la ortodoxa; la otra religión es la musulmana. Sólo con ver hoy en día las relaciones entre cristianos e islámicos, pese a ser religiones del libro (y menos mal que no está la judaica presente, como en Palestina), podemos darnos cuenta de lo peligroso que puede llegar a ser convivir allí.
La última guerra
Álvaro Ayarza visitó la zona con el interés de contar la Historia post-bélica de la terribilísima Guerra de Bosnia que llenó de estupor, pavor y vergüenza a los europeos entre 1992 y 1995. Un conflicto de muchos actores (servios, bosnios, croatas, eslovenos) que terminó años más tarde con la Guerra de Kosovo en 1999 y que terminó provocando la destrucción del sueño de la Gran Servia, cuando en el 2006 la siempre aliada Montenegro se independizó de este último país.
Este fotógrafo, cuya página web de su estudio podéis ver aquí, se lanzó este verano a iniciar lo que llama Proyecto BIH (de Bosnia i Herzegovina), que podéis seguir en su blog. Más que recomendable, sobre todo por la calidad de su fotografía y las historias humanas que cuenta.
A partir de ese agrabilísimo encuentro con él, un día nos liamos a hablar, junto con otro amigo suyo (al que debo, y ya se lo prometo desde aquí que será la siguiente, una entrada honrando al almirante español Blas de Lezo), de aquel conflicto. Y de aquello, esta entrada.
Poco voy a hablar de esa guerra a fondo (en otra ocasión puede que sí). Quizás si os encontráis con Ayarza algún día (eso espero), os lo comente mejor que yo, ya que se ha convertido en un experto sobre ello. Pero lo que sí es cierto es puedo asegurar que en aquellos años posteriores a la intervención internacional en Kuwait contra Iraq, pudimos observar en la televisión lo peorcito del ser humano, en el patio trasero de Europa.
Después de casi 15 años, aún hay tropas internacionales acantonadas en la zona. Españoles en Kosovo, por ejemplo (esa parte de Servia, o de Albania según se mire, que España no puede reconocer como independiente). Sin embargo, presiento que el próximo conflicto, que según mi entender rondará la lucha entre cristianismo e islam como ocurre de forma larvada tipo Guerra Fría hoy en día), bien podría volver a saltar allí.
Diría que "Dios no lo quiera", pero por desgracia me da que es un asunto más de hombres en nombre de él que de su poder superior. Lo del libre albedrío, ya sabéis.
Vergüenza nos dió en su momento a todos volver a ver campos de concentración que ya creíamos olvidados tras el horror nazi. Vergüenza nos debería dar si volviera a ocurrir.