Invasión, conquista y fin
de Madîna Mayûrqa
A mediados del mes de noviembre de 1228, en la ciudad de Tarragona, Pere Martell, un cómitre de navío y un reconocido experto nauta barcelonés -en una cena ofrecida al rey Jaume I de Aragón, señor de Montpellier y conde de Barcelona, y una representación de la alta nobleza-, exponía la grave situación que sufría el comercio marítimo con constantes abordajes de la piratería moruna mallorquina por aguas de las rutas mediterráneas. Al mes siguiente, concretamente el 23 de diciembre, en las Cortes celebradas en Barcelona y presididas por el monarca aragonés y concurridas por los estamentos de la nobleza, ciudadanía y clero, se acordó por unanimidad la invasión de Mayûrqa (Mallorca) dominada por los almohades (muwahhidum) y regida por el gobernador (walî) Abû Yahyâ Muhammad ibn Àlî ibn Álî ´Imrâm al. Tinmmâlâli, cargo que ostentaba desde el 1208, curiosamente el mismo año del nacimiento del rey Jaume I.
El 5 de septiembre de 1229, un gran ejército feudal de unos veinte mil hombres, compuesto por aragonés, catalanes, pisanos, flamencos, galos, genoveses, occitanos, castellanos, navarros… embarcaba desde los puertos de Tarragona, Salou y Cambrils, a bordo de 25 navíos de gran porte, 18 taridas y casi un centenar de embarcaciones auxiliares rumbo a la isla mayor de las orientales de Al-Andalus (Al-jaza´ir al- Sharquiya Al-Andalus), siendo la única fuerza de carácter militar profesional y disciplinada, la Orden del Temple, antigua tutora del monarca de Aragón durante su infancia en el castillo-encomienda oscense de Monzón. Ésta, mediante el comendador de Miravet, Bernat de Campanyer se ofreció participar en la expedición: “Senyor En Rei, més són hòmens de religió e són tetuts en orde per servir Déu e per defrendre a Mallorques o lla vullats sobre sarraïns, que nós irem amb vós amb .XXX. cavallers e amb .XX. Ballesters a cavall, ben aparellats de bons cavalls e d´armes e de tot ço que meterhagen, e manaren de bons sirvents qui seran bons en terra en e mar e escuders e altra companya” ('Crònica' de Bernat Desclot).
Estatua de Jaume I en Palma de Mallorca
Durante la travesía, se desató una terrible tempestad, durante la cual el rey Jaume I prometió que si cesaba la adversa climatología, construiría un templo en tierra mallorquina dedicado a santa María, que es hoy la actual catedral. Tres días después de haber zarpado de los puertos tarraconenses, la flota cristiana fondeó frente al islote Pantaleu, en la zona oeste de la isla, y según cuenta una leyenda el rey Jaume I recibió la visita de un joven moro llamado Alî de la Palomera, preconizándole una gran victoria. El moro proporcionó datos sobre las fuerzas militares que componía el suelo mallorquín e informó de la revolución habida contra el walî, la ejecución de cuatro cabecillas de la misma y la pendiente ejecución de medio centenar de implicados, sentencias que días después ante la invasión feudal fueron anuladas.
Cruz que conmemora el desembarco en Santa Ponça de Jaume I
El día 12, tras desembarcar parte de los expedicionarios en Santa Ponça, y oír misa oficiada por Berenguer de Palou, obispo de la Ciudad Condal -es decir, Barcelona-, que prometió el paraíso celestial a los que cayesen en combate, tuvieron el primer contacto bélico con los almohades mallorquines, sufriendo fuertes bajas los dos bandos. En el invasor perecieron en la lucha algunos nobles como Guillem y Ramon de Montcadas, amigos personales del monarca. Los mallorquines, tras la inicial derrotas sufrida, se retiraron hacía su ciudad, Madîna Mayûrqa; actual Palma de Mallorca. Mientras tanto, los cristianos acamparon en la alquería de Ibn Dinat, hoy en día predio conocido como Bendinat, donde enterraron a sus muertos, reagruparon sus tropas, e iniciaron el asedio a la ciudad. Yn cerco que duraría algo más de tres meses de excavaciones de minas, construcciones de maquinas de guerra y continuos asaltos al perímetro amurallado.
Al ataque en fin de año
Al amanecer del lunes 31 de diciembre -en el calendario mahometano era el 23 de Safar de la Hégira del Profeta Mahoma-, Jaume I ordenaba a sus tropas feudales el asalto y toma de Madîna Mayûrqa. Tras varias horas de lucha fratricida en los muros, los invasores accedían a la urbe por la puerta de muralla de Bâb al- Khal, lugar hoy en día desaparecido estando perpetuando el hecho histórico gracias a una lápida erigida en 1929. Los primeros en acceder la ciudad -según el ya citado anteriormente Bernat Desclot- fueron Ferrán Peris de Pina, Bernat de Gurb y Martí Peris; aunque la tradición reza que lo hizo Juan Martínez de Eslava y de forma legendaria el primero en pisarla fue San Jorge montado en un caballo blanco.
Un cuadro de la toma de Madîna Mayurqa, de Fausto Morell
Una vez tomada la ciudad y haber empezado por los invasores el sangriento saqueo casa por casa, estando el rey aragonés en el alcázar negociando con su alcaide, Aben Said al-Hakem, las clausulas de la rendición, dos peones tortosinos dijeron al monarca que sabían donde se hallaba escondido el walî Abû Yayâ, y cambio de 2.000 “lliures” se lo entregarían. El rey negoció y les abonó la mitad de lo solicitado; el gobernador almohade fue apresado y puesto bajo protección del propio Jaume I (aunque el cronista árabe Abû ibn Mutarrif Ahmad ibn ´Allâh ´ibn Amîra al-Majzûmî cuenta que murió cuarenta y cinco días después a causa de las torturas recibidas). Su hijo, de trece años de edad, se convirtió al cristianismo y el rey Jaume I le dio por esposa a Eva Roldán y de regalo de bodas el Señorío de Gotor y la Baronía de Illueca, ambos territorios de la provincia de Zaragoza.
La luna y las estrellas ya había hecho acto de presencia en la devastada ciudad; según el propio monarca aragonés en su 'Llibre dels Feits', los muertos moros fueron unos veinte mil sobre una población de ochenta mil. La bandera de Aragón, la de las cuatro barras sobre fondo amarillo ya ondeaba en la torre mayor del alcázar. Según el joven monarca, que ya empezaba a titularse Rex Majoricarum, en esa jornada, muy pocos pudieron huir hacia las montañas o a otros lugares seguros; la hermosa Madîna Mayûrqa, la ciudad que Jaume I al verla por primera vez dijo que era “la plus bella vila que anc haguésem vista, jo i aquells qui ab jo eren”, ya era historia y nacía Ciutat de Mallorques.
Josep María Osma Bosch